La agresividad es una respuesta emocional natural y necesaria en determinadas situaciones, estrechamente ligada a las respuestas de lucha y huida ante el miedo, y por tanto un respuesta biológicamente necesaria para nuestra supervivencia. Nos permite defendernos, poner límites y decir No.
Sin embargo, su expresión no tiene por qué ser una conducta de agresión o una conducta violenta. Las conductas que tengamos están influenciadas por cómo percibimos la situación y por el entorno, nuestro aprendizaje y experiencias. Quizá no hemos aprendido y no disponemos de estrategias o recursos para saber dirigir la impulsividad hacia otro tipo de conductas que no sean un riesgo para otras personas o para nosotros mismos.
Muchas veces en los entornos deportivos, se confunde agresividad con intensidad o determinación en el juego. Los deportistas están expuestos durante la competición a una alta activación, es necesaria esta activación e intensidad para un alto rendimiento y esto puede favorecer que aparezca la agresividad. Algunos deportistas se ven en dificultades por no saber gestionar su agresividad y esto general problemas en sus carreras deportivas, en sus relaciones o en su imagen como deportistas.
Por eso es tan importante favorecer entornos en los que se aprendan estrategias para regular la impulsividad y canalizar la energía hacia conductas funcionales, dirigidas al objetivo del deportista y de la competición.
Descubre más noticias
No te pierdas las últimas novedades
El impacto emocional tras una catástrofe natural
Ideas para empezar el año
¿Somos más agresivos en el deporte?
Sígueme en RRSS
Mantente informado de las últimas novedades