“Llueve sobre mojado”. Lo hemos escuchado mucho estos últimos días. Esta expresión también refleja cómo la situación como la DANA que se está viviendo, puede ser más compleja y suponer una carga emocional mayor en las personas que ya enfrentaban traumas previos o condiciones de salud mental difíciles.
También influirán las dificultades prácticas de cada persona, la dimensión de las pérdidas materiales, la incertidumbre económica, el apoyo social con el que se cuente…
Cuando una catástrofe se suma a “todo lo demás”, puede aumentar la vulnerabilidad y que la persona encuentre menos recursos internos para el afrontamiento.
¿Por qué ocurre esto?
El cerebro de alguien que ya ha vivido traumas previos está más sensibilizado al estrés. Acontecimientos imprevisibles dejan una sensación de pérdida de control y es como si la "alarma interna" estuviera siempre encendida. Una nueva situación adversa puede reactivar recuerdos traumáticos e intensificar síntomas ya existentes, como insomnio, irritabilidad, ansiedad y sensación de constante amenaza.
¿Qué podemos hacer?
Reconocer esta vulnerabilidad y la situación particular de cada persona.
No todas las personas parten del mismo punto.
Los recursos materiales y emocionales de cada persona, son diferentes.
Cada persona procesa la crisis de acuerdo a su historia.
Reconocer y acompañar la vivencia y necesidad de cada persona.
Hay quien carga con “mochilas” más pesadas.
Puede que haya personas que necesitan un mayor apoyo y cuidado, una ayuda adicional.
Reconocer el impacto emocional.
No minimices lo que sientes ni lo que puede estar sintiendo otra persona.
Buscar ayuda no es signo de debilidad.
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